La bóveda celeste se tornó gris,
mil vientos del sur, gritaban su nombre
mi espalda es ungida de cobre
es el calor, perpetrando la iris.
Busqué un abrigo qué acariciar
busqué la senda en la cordillera,
¡No existe el alba sin hoguera!
Habiendo tanta sed qué menospreciar.
A dónde va a parar la angustia,
que recita los versos con astucia
y mi lengua yace la poesía.
Mi alma digna de incertidumbre
añora verdades llenas de cumbre,
He aquí, la elegida del umbral.
Elegida del Umbral (Soneto)
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