El tiempo se detuvo
y yo no luché en su contra,
el magnetismo del silencio
se impregnó en mí;
debí guardar las preguntas
debí rezar en voz baja,
pero mi mente es un torbellino
que se lleva la poca paz
que he podido conservar.
El tiempo se detuvo,
y mi desgano no se dio por vencido;
quisiera desgarrarme la piel
quitarme los ojos,
cortarme la lengua,
vivir sin penas…
El tiempo se detuvo
en los días más calurosos
y mi sudor se sentía espeso,
mis pestañas luchaban por vibrar,
yo, aún siento mis piernas quebrarse,
pero el tiempo es inverso
y no sé si existió un después,
desde que dejé de escribir esto.
15 poema de la serie: Diablo de los poemas
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