Tal vez todo sea cuestión de prender y apagar, de soltar o amarrar. De amores y odios, de sumar o restar, y así seguir en un bucle de escogencias, tratando de minimizar la vida a lo que dicte el dedo. Y sinceramente, desde antes de nacer estamos escogiendo, que si niño o niña, que si azul o rosado. Al decir la primera palabra, es papá o es agua. Crecemos, y empezamos a escoger qué nos gusta o que no nos gusta. Y ni qué hablar del sexo, si nos gusta arriba o nos gusta abajo. Todo, absolutamente todo gira entorno al verbo escoger. Yo escojo, tu escoges, él o ella escoge, nosotros o nosotras escogemos, vosotros o vosotras escogeis y ellos o ellas escogen.
Si me caso, o mejor me quedo soltera, si le hablo o mejor espero que me hablen. Si duermo o prefiero trasnochar. Cosas tan simples como si cocacola o café, nos definen. Y no nos damos cuenta, ¿por qué? Porque desde bebés estamos naturalizados a escoger entre el bien y el mal, y nadie nos dijo que escoger, es coger con ganas, así nos haga mal o con suerte nos haga bien, las decisiones hay que (es)cogerlas como si no existiese un mañana.
Y tal vez esto no tenga sentido o tal vez sea un delirio. La decisión es suya. ¿Cómo la (es)cogería?
yo la (es)cogería, lo tengo claro
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Muy bien! 😋
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Yo (es)cogería (es)coger… siempre.
Un fuerte abrazo, Jessi.
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Jajaja, muy bien. Lo entendiste todo. 🤭😁
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Ante todo hay que vivir
Dejarse llevar
Y sentir
Y amar
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Así es! Ni más ni menos. 😉
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